jueves, 20 de octubre de 2016

Pedro Garfias

Témpera sobre cartulina,32x22, 2016.
Siempre tuve una querencia especial por mi paisano Pedro Garfias, para mí el poeta del latido del mar en la garganta y de los ríos amargos, poeta ecijano, aunque de circunstancial cuna salmantina, al que descubrí en mis años de carrera con un comic del genial Raúl, que lo homenajeaba desde el mítico Madriz  y  con un pasaje que contaba Pablo Neruda en sus memorias " Confieso que he vivido":
" Otra historia que recuerdo con gran emoción es la del poeta andaluz Pedro Garfias. Fue a parar en el destierro al castillo de un Lord, en Escocia. El castillo estaba siempre sólo y Garfias, andaluz inquieto, iba cada día a la taberna del condado y silenciosamente, pues no hablaba el inglés, sino apenas un español gitano que yo mismo no le entendía, bebía melancólicamente su solitaria cerveza. Este parroquiano mudo llamó la atención del tabernero. Una noche, cuando ya todos los bebedores se habían marchado, el tabernero le rogó que se quedara y continuaron ellos bebiendo en silencio, junto al fuego de la chimenea que chisporroteaba y hablaba por los dos.
 Se hizo un rito esta invitación. Cada noche Garfias era acogido por el tabernero, solitario como él, sin mujer y sin familia. Poco a poco sus lenguas se desataron. Garfias le contaba toda la guerra de España, con interjecciones, juramentos, con imprecaciones muy andaluzas. El tabernero lo escuchaba en religioso silencio, sin entender naturalmente una sola palabra.
 A su vez, el escocés comenzó a contar sus desventura, probablemente la historia de su mujer que lo abandonó, probablemente las hazañas de sus hijos cuyos retratos de uniforme militar adornaban la chimenea. Digo probablemente porque, los largos meses que duraron estas extrañas conversaciones, Garfias tampoco entendió una palabra.
  Sin embargo, la amistad de los dos hombres solitarios que hablaban apasionadamente cada uno de sus asuntos y en su idioma, inaccesible para el otro, se fue acrecentando y el verse cada noche y hablarse hasta el amanecer se convirtió en una necesidad para ambos.
  Cuando Garfias debió partir para México se despidieron bebiendo y hablando, abrazándose y llorando. La emoción que los unía tan profundamente era la separación de sus soledades.
__ Pedro  __ le dije muchas veces al poeta__ Que crees tú que contaba?
__ Nunca entendí una palabra, Pablo, pero cuando le escuchaba tuve siempre la sensación, la certeza de comprenderlo. Y cuando yo hablaba, estaba seguro de que él también me comprendía a mí."

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